jueves, 8 de octubre de 2009

Volviendo de a poquito

Ha pasado casi un año desde la última entrada. Había colgado los guantes porque entre cuestiones personales, profesionales y el peso de la realidad terminé con picos de presión que atentaban contra la integridad mecánica de los manómetros del médico y con unas hemorragias que hubiesen hecho las delicias de Drácula (y no lo digo en joda).


Eso me llevó a tomar distancia de lo que iba ocurriendo a diario en la vida cotidianda de nosotros, los argentinos (y argentinas... a ver si se ofende la presi). Una vez que me dieron el alta y ya estaba seguro que no me iba a desangrar al primer estornudo opté por rajar de "mi buenos aires querido". El problema era ¿a dónde? Al campo no podía ir porque estar en ese ámbito era lo mismo que estar leyendo los diarios todos los días. Tuve la suerte que un amigo de mis padres decidió irse a la mierda con su velero y me vi beneficiado con una invitación suya para ser tripulante. Así fue como me embarqué y desaparecí de la realidad Argentina recorriendo como indica el nombre de este blog, sin prisa pero sin pausa, la costa oriental y la brasilera.

Esa escapada de la realidad fue como encontrar un oasis en el medio del desierto. Si bien ya navegaba de antes, descubrí un mundo completamente distinto. Aprendí a ver las cosas de una manera distinta, a preocuparme por lo que realmente es importante y a no dejarme arrastrar por lo urgente (bah, eso lo voy a comprobar en el futuro próximo cercano). Las grandes preocupaciones que teníamos ahí arriba eran: a) que no nos pase por arriba ningún buque; b) que haya suficiente profundidad debajo de la quilla para que no reventemos el velero (o sea, para evitar riesgos de hundimiento); c) que haya carnada en el anzuelo que íbamos arrastrando para que caiga algún pez desprevenido; y d) que íbamos a comer ese día. Por supuesto que también estábamos ocupándonos que las baterías no se descarguen, de estar haciendo un buen rumbo y que las velas estuviesen trabajando bien. Pero si uno se pone a pensar bien, no dejan de ser cosas muy simples y básicas. No existe pánico de la seguridad (me refiero al de la ciudad, en el que estás pensando en qué momento te van a atracar), el de la posibilidad que te dejen en pelotas al día siguiente (más precisamente, impuestazos), la planificación de una ruta para ir esquivando piquetes o por la incertidumbre del próximo paro de transporte público, o peor aun, la incertidumbre de caer al día siguiente dentro del próximo rótulo marginado por la "elite" gobernante.

No, ahí arriba no existen ninguna de esas cosas. Estás vos, el velero y los caprichos de Eolo, Gea y Poseidón. Es muy simple la vida abordo, que no es lo mismo que decir que sea una paja cósmica. Siempre hay cosas para hacer. Y lo mejor de todo, cuando no tenés cosas para hacer estás completamente libre y despejado para encontrarte con vos mismo (cosa que resulta bastante difícil en esta ciudad).

Como dice "El Tío Willy" (el amigo de mi viejo), "descubra un estilo de vida, navegue".

Acá va un video para que se mareen un poco. Es un delfín que apareció de la nada y se puso seguirnos.



Ojo, no estuve fuera todo este año que pasó, pero sí estuve desconectado durante 9 meses. Yo me fui de acá cuando estábamos en pleno auge del dengue y volví unos días antes de las elecciones (ni en pedo les iba a perdonar un voto en contra a esta ¿gente?). Parece que me castigaron el regreso para ponerles el sobre con el voto "no positivo" porque a los dos días caí con la famosa H1N1 (y todavía no había Tamiflu disponible). Mierda que estamos en un país jodido para los flojitos de salud. Si no te mata el dengue, es la gripe porcina, y si zafás de esas, atrás vienen los K (otra que los caballeros del Apocalipsis).

De a poco espero ir recuperando este lugar que dejé hace tanto tiempo.

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